18 ene 2019

Conciencia Sanitaria


El consumo de agua cruda puede causar diarrea, fiebre tifoidea, y otras enfermedades como el cólera. Decir esto es una perogrullada, sin embargo sucede que hay gente que consume el agua cruda, a esto exclamó una vez el polígrafo Marco Aurelio Denegri[1] “Díganme si con personas así se puede hacer patria”.

Esto lo escribió en su clásico ESMÓRGASBORD, en el ensayo “Remembranzas del Ochocientos” donde comenta información rescatada del libro LIMA de Manuel Atanasio Fuentes.

En el mismo ensayo recuerda sobre el bizcochero y el juego de la mosquita[2]. Recordando al ambulante que llevaba “gustosos ofrecimientos en una tabla en la que había bizcochos, pasteles, bollos, rosquillas, alfajores y piononos”. Y que con ellos proponía una apuesta entre la muchachada de la pobrería, consistente en que los jóvenes deberían apostar – previo pago de unos centavos – cuál sería el dulce donde se pararía primero una mosca.

Marco Aurelio Denegri concluye diciendo que en esa época no había CONCIENCIA SANITARIA, incluso esto lo indilga al mismo Atanasio Fuentes, autor de la obra LIMA, porque no hace ninguna observación de higiene y salud con referencia a lo tratado. Añade MAD:
“Así se piensa y se siente cuando la conciencia sanitaria brilla por su ausencia. Brillaba antes y hoy sigue brillando, aunque ya no juguemos el juego de la mosquita (…)”.
A colación de esto, navegando por INTERNET, revisando el FACEBOOK, tuve la suerte de leer un artículo del peculiar usuario IGOR ZAVALETA CABRERA, este señor, de esbelta figura y muy segura y liberal personalidad escribió lo siguiente:

CHÓFER Y COBRADOR VENEZOLANOS[3].

Como todos mis seguidores saben yo ni tengo auto ni sé manejar.
Me transporto en cleta o transporte público.

El día de ayer me subí a una combi asesina. Antes de abordar la unidad inhale abundante oxígeno para soportar el hedor, tanto del palanka[4] como del cobra (en jerga microbusera, chofer y cobrador).
El asunto es que los cobradores están en el border line del orate.

Son unos cochinos de mierda. Algunas parecen que ya se han muerto, apestan a los demonios.
No da ganas de recibir el vuelto. Sus manos una porquería. Nunca se lo lavan estos kdsm.

Alrededor de ellos un halo, una aura completamente agresiva al sentido del olfato.
Despiden una fetidez a podridos. Un mix olfativo de sobacos, huevos, patas, culo. Un look de orate que duerme en cualquier basural.

Hoy no voy a hablar de sus modales, sino de la agresión a los sentidos.

Encima pobre del cristiano que recibe un close up de su atrás del hediondo cuando está inclinado como el orete-cobrador de la foto.

Qué renuencia a bañarse, lavar su ropa, a tener una apariencia acorde con su alta investidura.

BÁÑATE KDTM!!

Pero decía que ayer el chofer y el cobrador eran de nacionalidad venezolana. QUÉ DIFERENCIA!!
Limpios, aseados, educados.....

La Dirección de Tránsito de la PNP debería hacer batidas contra estos muertos vivientes nacionales encargados de transportar a la ciudadanía.

Deben ir los efectivos, así como en dosaje etílico, con un artilugio que llamo odorómetro. Instrumento que sirve para medir los cuantum de apestocidad. El que trasgrede determinada medida condenados a ser remojados 24 horas en soda cáustica diluida para remover la costra milenaria de mugre.

Simpaticé con el artículo de IGOR ZAVALETA CABRERA, y sí, algunos, o mejor dicho muchos de los cobradores son unos cochinos; el que les habla ha sido cobrador y confieso que en cierta oportunidad siendo que mis manos estaban sucias, de tierra y polvo una señorita – me supongo una señorita universitaria, porque bajaba en el paradero de la Universidad de Lima -, me hizo un gesto despectivo al momento de entregarle su vuelto y me di cuenta, tuve gran vergüenza, yo estaba cochino, mis manos estaban cochinas; llegué al paradero y me las lavé bien, y así hacía cada cierto tramo, cada vez que podía, aprendí después de la llamada de atención.

Lo otro es abusivo, lo que registra IGOR es resabido, muchos – no digo todos, pero sí muchos -, no se bañan y yo mismo he sufrido porque algunos choferes de la empresa donde trabajé no usaban desodorante, y era sufrible mantener una conversación con ellos solo por estar cerca y aguantar lo fétido de sus anatomías. ¿Ni qué decir del cambio de ropa?

La sociedad evidencia esto y no dice nada, a la sociedad no le gusta renegar, prefiere ser hipócrita, criticar a sus adentros y por eso seguimos aguantando esto de la suciedad del compatriota. Creo que con la crítica se puede cambiar, no estoy de acuerdo con IGOR que estos señores estén en el borderline del oratismo, puede que algunos lo estén, pero hay una mayoría – quiero creer eso - que no se le ha dado la oportunidad de reflexionar. Hoy mismo, con cierto miedo, le dije a un compatriona nuestro, con una iluminación en la cara, una sonrisa: “AMIGO, NO ENSUCIES LA CALLE POR FAVOR”, y estaba esperando que me insultara, para al menos hacerme el sacrificado, pero no, el hombre me agradeció y recogió el papel que había tirado en la vereda.

Lo que curiosamente señala IGOR, sobre los venezolanos, es una cosa que también he podido constatar, hoy mismo. He caminado 15 cuadras entre SJL y El Agustino y tuve la suerte de encontrar en Malecón Checa a un joven venezolano, muy bien vestido y limpio, y estaba ofreciendo su servicio de limpieza de lunas a los autos. Me dije – para mis adentros y con cierta ironía -, “carambas, estos venezonalos sí que saben de negocios”. Pero luego, me dije que más que negocio, esto es conciencia sanitaria, el venezonalo – me refiero a ese joven y a muchos, no a todos – suele ser limpio, aseado y educado.

No se me malinterprete, lo que he podido constatar al igual que IGOR, no es una ley, no es algo necesario, o sea no siempre se cumple; pero sí es algo que está pasando, que viene siglos atrás y que en el siglo XXI sigue igual aquí en la otrora capital del Pacífico.

Aquí la explicación en video: https://www.youtube.com/watch?v=-yEgd2FGNu0&t=1s 




[1] Denegri, M. A. (2015). Esmorgasbord. Lima: Fondo Editorial de la UIGV.
[2] Ídem, (pág. 40)
[4] Igual que el original.