El consumo de agua cruda puede
causar diarrea, fiebre tifoidea, y otras enfermedades como el cólera. Decir
esto es una perogrullada, sin embargo sucede que hay gente que consume el agua
cruda, a esto exclamó una vez el polígrafo Marco Aurelio Denegri[1]
“Díganme si con personas así se puede hacer patria”.
Esto lo escribió en su clásico
ESMÓRGASBORD, en el ensayo “Remembranzas del Ochocientos” donde comenta
información rescatada del libro LIMA de Manuel Atanasio Fuentes.
En el mismo ensayo recuerda sobre
el bizcochero y el juego de la mosquita[2].
Recordando al ambulante que llevaba “gustosos ofrecimientos en una tabla en la
que había bizcochos, pasteles, bollos, rosquillas, alfajores y piononos”. Y que
con ellos proponía una apuesta entre la muchachada de la pobrería, consistente
en que los jóvenes deberían apostar – previo pago de unos centavos – cuál sería
el dulce donde se pararía primero una mosca.
Marco Aurelio Denegri concluye
diciendo que en esa época no había CONCIENCIA SANITARIA, incluso esto lo indilga
al mismo Atanasio Fuentes, autor de la obra LIMA, porque no hace ninguna
observación de higiene y salud con referencia a lo tratado. Añade MAD:
“Así se piensa y se siente cuando
la conciencia sanitaria brilla por su ausencia. Brillaba antes y hoy sigue
brillando, aunque ya no juguemos el juego de la mosquita (…)”.
A colación de esto, navegando por
INTERNET, revisando el FACEBOOK, tuve la suerte de leer un artículo del
peculiar usuario IGOR ZAVALETA CABRERA, este señor, de esbelta figura y muy
segura y liberal personalidad escribió lo siguiente:
Como todos mis seguidores saben
yo ni tengo auto ni sé manejar.
Me transporto en cleta o
transporte público.
El día de ayer me subí a una
combi asesina. Antes de abordar la unidad inhale abundante oxígeno para
soportar el hedor, tanto del palanka[4]
como del cobra (en jerga microbusera, chofer y cobrador).
El asunto es que los cobradores
están en el border line del orate.
Son unos cochinos de mierda.
Algunas parecen que ya se han muerto, apestan a los demonios.
No da ganas de recibir el vuelto.
Sus manos una porquería. Nunca se lo lavan estos kdsm.
Alrededor de ellos un halo, una
aura completamente agresiva al sentido del olfato.
Despiden una fetidez a podridos.
Un mix olfativo de sobacos, huevos, patas, culo. Un look de orate que duerme en
cualquier basural.
Hoy no voy a hablar de sus
modales, sino de la agresión a los sentidos.
Encima pobre del cristiano que
recibe un close up de su atrás del hediondo cuando está inclinado como el
orete-cobrador de la foto.
Qué renuencia a bañarse, lavar su
ropa, a tener una apariencia acorde con su alta investidura.
BÁÑATE KDTM!!
Pero decía que ayer el chofer y
el cobrador eran de nacionalidad venezolana. QUÉ DIFERENCIA!!
Limpios, aseados, educados.....
La Dirección de Tránsito de la
PNP debería hacer batidas contra estos muertos vivientes nacionales encargados
de transportar a la ciudadanía.
Deben ir los efectivos, así como
en dosaje etílico, con un artilugio que llamo odorómetro. Instrumento que sirve
para medir los cuantum de apestocidad. El que trasgrede determinada medida
condenados a ser remojados 24 horas en soda cáustica diluida para remover la
costra milenaria de mugre.
Simpaticé con el artículo de IGOR
ZAVALETA CABRERA, y sí, algunos, o mejor dicho muchos de los cobradores son
unos cochinos; el que les habla ha sido cobrador y confieso que en cierta
oportunidad siendo que mis manos estaban sucias, de tierra y polvo una señorita
– me supongo una señorita universitaria, porque bajaba en el paradero de la
Universidad de Lima -, me hizo un gesto despectivo al momento de entregarle su
vuelto y me di cuenta, tuve gran vergüenza, yo estaba cochino, mis manos
estaban cochinas; llegué al paradero y me las lavé bien, y así hacía cada
cierto tramo, cada vez que podía, aprendí después de la llamada de atención.
Lo otro es abusivo, lo que
registra IGOR es resabido, muchos – no digo todos, pero sí muchos -, no se
bañan y yo mismo he sufrido porque algunos choferes de la empresa donde trabajé
no usaban desodorante, y era sufrible mantener una conversación con ellos solo
por estar cerca y aguantar lo fétido de sus anatomías. ¿Ni qué decir del cambio
de ropa?
La sociedad evidencia esto y no
dice nada, a la sociedad no le gusta renegar, prefiere ser hipócrita, criticar
a sus adentros y por eso seguimos aguantando esto de la suciedad del
compatriota. Creo que con la crítica se puede cambiar, no estoy de acuerdo con
IGOR que estos señores estén en el borderline del oratismo, puede que algunos
lo estén, pero hay una mayoría – quiero creer eso - que no se le ha dado la
oportunidad de reflexionar. Hoy mismo, con cierto miedo, le dije a un
compatriona nuestro, con una iluminación en la cara, una sonrisa: “AMIGO, NO
ENSUCIES LA CALLE POR FAVOR”, y estaba esperando que me insultara, para al
menos hacerme el sacrificado, pero no, el hombre me agradeció y recogió el
papel que había tirado en la vereda.
Lo que curiosamente señala IGOR, sobre
los venezolanos, es una cosa que también he podido constatar, hoy mismo. He
caminado 15 cuadras entre SJL y El Agustino y tuve la suerte de encontrar en
Malecón Checa a un joven venezolano, muy bien vestido y limpio, y estaba
ofreciendo su servicio de limpieza de lunas a los autos. Me dije – para mis
adentros y con cierta ironía -, “carambas, estos venezonalos sí que saben de
negocios”. Pero luego, me dije que más que negocio, esto es conciencia
sanitaria, el venezonalo – me refiero a ese joven y a muchos, no a todos –
suele ser limpio, aseado y educado.
No se me malinterprete, lo que he
podido constatar al igual que IGOR, no es una ley, no es algo necesario, o sea
no siempre se cumple; pero sí es algo que está pasando, que viene siglos atrás
y que en el siglo XXI sigue igual aquí en la otrora capital del Pacífico.
Aquí la explicación en video: https://www.youtube.com/watch?v=-yEgd2FGNu0&t=1s
Aquí la explicación en video: https://www.youtube.com/watch?v=-yEgd2FGNu0&t=1s
[1] Denegri, M. A. (2015). Esmorgasbord.
Lima: Fondo Editorial de la UIGV.
[2]
Ídem, (pág. 40)
[4]
Igual que el original.